martes, 30 de agosto de 2016

Cultura de colombia



En la temporada colonial, la pintura colombiana estaba marcada por los trabajos del taller de los Figueroa , genuinos vanguardistas de este arte: Baltasar de Figueroa, el viejo; Gaspar de Figueroa, su hijo y Baltasar Vargas de Figueroa, el joven. Gaspar fue el profesor de artistas de relevancia, entre quienes se halla de forma notable Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos. José María Espinosa Prieto, pintor, grabador y miniaturista, asimismo es señalado por sus retratos, paisajes y caricaturizas. A Epifanio Garay asimismo se hace gran referencia, sobre todo como retratista, pese a que una gran parte de su obra se desarrolló en [Panamá].

Tras la independencia de España, en mil ochocientos diecinueve, el arte colombiano tiene poca representatividad y aún es muy dependiente de lo figurativo. Hay quien explica este atraso en la evolución de los estilos artísticos colombianos a través de la propia geografía montañosa del país, que no dejaba un contacto y un diálogo continuados entre las distintas tendencias creativas que ahí se desarrollaban.

En las décadas de mil novecientos veinte a mil novecientos cuarenta, Marco Tobón Mejía, José Horacio Betancourt, Pedro Nel Gómez, Ignacio Gómez Jaramillo , Santiago Martínez Delgado y Alipio Jaramillo logran crear algún dinamismo con la preparación de murales, influidos, en el estilo, por el arte mexicano, si bien con peculiaridades neoclásicas y del Art Nouveau. En el comienzo de la década de mil novecientos cuarenta, debido a un creciente desinterés internacional por el arte colombiano, empiezan a aparecer obras que no habían sido ensayados allá, como el blog post-impresionismo y el estilo académico francés. El paisajista Ricardo Gómez Campuzano es un caso de esto (Calle de Cartagena de Indias).

Muchos historiadores de arte consideran, mientras tanto, que el arte colombiano solo empezó a tener un carácter propio desde mediados del siglo veinte, al recrear, bajo un nuevo punto de vista, los elementos culturales y artísticos tradicionales, integrando los conceptos desarrollados por el arte del siglo veinte. Ignacio Gómez Jaramillo, cuya obra puede ser considerada “modernista”, presentó, por poner un ejemplo en su Retrato de los hermanos Greiff, lo que el arte colombiano podía unir a las técnicas nuevas respecto a la cultura y los temas típicamente colombianos. Carlos Correa, en su obra paradigmática, “Naturaleza fallecida en silencio”, combina la abstracción geométrica y el cubismo, inaugurando un estilo aún recurrente a la actualidad. Pedro Nel Gómez, que se resaltó en el dibujo, la acuarela, el fresco, la pintura al óleo y la estatua en madera, piedra y bronce, prueba, por poner un ejemplo en “Autorretrato con sombrero” (mil novecientos cuarenta y uno), su familiaridad con las obras de Gauguin y Van Gogh, revelando asimismo la repercusión de otros autores como Cézanne en su “Autorretrato” de mil novecientos cuarenta y nueve o bien José Clemente Orozco, en su serie sobre las Barequeras (mujeres que se dedicaban a la prospección de oro). Alejandro Obregón, considerado por muchos como el "padre del arte colombiano" (debido a su originalidad, inauguradora de un arte considerado colombiano de raíz), debido a sus pinturas de paisajes nacionales caracterizados por pinceladas violentas y por el empleo simbólico y expresionista de animales (en especial aves, como el cóndor), ha sido largamente ovacionado por críticos y por el público por norma general, y fue, indudablemente, el artista más influyente de este periodo. Son conocidas las influencias de Picasso y de Graham Sutherland. En nuestros días, es con renombre internacional el aporte a la pintura que hacen artistas como Fernando Botero, David Manzur y Omar Rayo.

En lo que se refiere a la literatura a lo largo de la temporada colonial sobresalieron, en la poesía, Juan de Castellanos y la mística madre Inés del Castillo, y en la narrativa, Juan Rodríguez Freyle. En el Siglo XIX se resaltaron los versistas Gregorio Gutiérrez González, Luis Vargas Tejada, José Eusebio Costoso y Rafael Pombo. Entre los modernistas se distinguieron José Asunción Silva y, más tarde, Guillermo Valencia, Julio Flórez y Porfirio Barba Jacob. La prosa costumbrista tuvo notables representantes en Eugenio Díaz y José Manuel Marroquín.

Las grandes construcciones novelísticas aparecieron con Jorge Isaacs y Tomás Carrasquilla. En el primer tercio del siglo veinte se impuso la obra de un prosista que alcanzó enorme éxito de público, si bien no de crítica, en América y España: José Manuel Vargas Vila (Ibis, Flor de fango). José Eustasio Rivera, con La barahúnda (mil novecientos veintiocho), fue el creador de lo que podría llamarse la novela política y también imaginativa colombiana. En la novela moderna sobresalen Eduardo Caballero Calderón ("El buen salvaje"), Manuel Mejía Vallejo ("El día señalado"), Álvaro Mutis ("La nieve del almirante"), Gustavo Álvarez Gardeazábal ("Cóndores no sepultan todos y cada uno de los días") y, sobre todo, Gabriel García Márquez ("El coronel no tiene quien le escriba", "100 años de soledad", "El general en su laberinto", etcétera), quien consiguió el Premio Nobel de Literatura en mil novecientos ochenta y dos, quizá el premio más relevante ganado por un colombiano en este campo.

Entre los versistas contemporáneos representativos se cuentan Jorge Zalamea, León de Greiff, Luis Carlos López, Rafael Maya y Luis Vidales. A la generación de «Piedra y Cielo» pertenece Eduardo Carranza, que marcan la transición cara una vanguardia siguiente, en la que figuran Jorge Gaitán Durán y Eduardo Cote Lamus. Al tiempo brota el movimiento nadaísta, inconformista, con Gonzalo Arango y Jotamario Arbelaez. Las más esenciales gacetas literarias son El Malpensante, Arcadia, Número y Puesto de Combate.

0 comentarios:

Publicar un comentario